En el Santa Rosa



En la foto, Fernando Ayres, Francisco Agüero y Zulu, en el colegio Santa Rosa, de Chosica, en el parque de enfrente.

¿Cómo terminé interno en el Santa Rosa de Chosica? ¿Por qué no terminé la secundaria en el Santa María? ¡Porque creí que podía engañar a mis padres y al colegio. ¡Qué ingenuo!

Cursaba el primer año de secundaria, pero era algo travieso, como muchos. De modo que reprobé el primer año de secundaria. En vez de contarles a mis padres, la hice larga y me las ingenié para que me matricularon en segundo.

Seguí un curso vacacional a fin de aprobar, pero tampoco aprobé. Escondí los resultados y les dije a mis padres que había aprobado. Ellos confiaron en mi palabra y me matricularon. El colegio también confió en mis padres, por lo que les había dicho, así que aceptaron mi matrícula.

Aproximadamente en mayo, se descubrió todo y les contaron a mis padres que yo había reprobado. Me dieron una reprimenda y tuve que esperar hasta el siguiente año para matricularme en primero, ¡cuando toda mi promoción pasaba a tercero! Ni hablar. ¡Qué vergüenza! No pude soportarlo. Por eso, yo mismo le pedí a mi padre: "Méteme al Santa Rosa, interno. Tengo que aprender a ser más responsable". Y el siguiente año me matricularon en el Santa Rosa, de Chosica.

Allí estudié primero y segundo de secundaria, es decir, en 1966 y 1967, en la misma promoción que la de Santiago Queirolo, de Vinos Queirolo. En 1967 falleció mi padre y volví a seguir con mis estudios en Lima. Fueron dos años increíbles en muchos sentidos. Un colegio interno suele agradable en el sentido de que tiene muchas cosas acerca de las cuales no son tan exigentes como en los colegios externos.

En muchos sentidos es como una prisión. Pero no me malinterpretes. No me refiero a que estaba lleno de rufianes o algo así, sino a que, de lunes a viernes, uno no tenía la libertad de salir, salvo al parque de enfrente, por unos minutos, después de terminadas las clases, o cuando teníamos clase de educación física, para ir al campo deportivo, a unos minutos en ómnibus. 

También parecía una prisión en el sentido de que todos nos levantábamos a la misma hora, realizábamos ciertas actividades, tomábamos juntos nuestros alimentos, descansábamos a ciertas horas y por una misma cantidad de tiempo, todo bajo estrictas medidas de seguridad de curas que no creían en nadie. No digo que eran incrédulos, sino que eran muy disciplinados. No se dejaban manipular por nadie. ¿Por nadie?

Valgan verdades. Había excepciones. Una de ellas era Miroslav Miloslavic, que estudiaba en cuarto, y después, en quinto de secundaria, cuyo apodo era Yugo. Para chiquillos como nosotros, nos daba la impresión de que era como Goliat, un rey o jefe de la prisión (perdón, del colegio), porque decían que su papá sabía ganar$e a los curas. 

Yo era pequeño y frágil en comparación con él. A mi lado se veía grandote y exageradamente seguro de sí mismo. Hasta cierto punto, supongo que todos le tenían ley y no les quedaba más que soportar sus fanfarronadas. Sarcásticamente, diría que era líder supremo de todas las manadas del cole, jajaja. Nadie se metía con él. ¡Ni los curas! 

Bueno, sí le tenía especial respeto al padre Pedro González, el cura profe de judo, que siempre se hizo respetar. No hubiera sido raro que el Yugo le proveyera sus cigarrillos favoritos. En fin, todo dentro de un marco que nos hacía mucha gracia. Corrían los chistes, los apodos, las anécdotas, las travesuras, los cigarrillos y demás ociosidades típicas de un internado.

Yo solo disponía de los fines de semana para poder hacer algo de música con mis amigos en Lima, pero era suficiente como para disfrutarlo. No podía llevar mi guitarra al colegio, ni mucho menos mi piano. ¡Nos encantaban los sábados por la mañana porque todos regresábamos a casa a descansar y pasarla bien! El sábado era el día más bonito de todos.

Como dije antes, mi referencia a una prisión no se refería a la maldad ni al desorden que se ve en las prisiones, sino a que era sinónimo de disciplina, que para un joven de nuestra época significaba una restricción de las libertades. Muy difícil de asimilar. Sin embargo, como yo mismo había pedido que me matricularan allí, cumplió su propósito. Aprendí a ser más responsable y a llevar la corbata bien puesta. Hasta hoy me aseguro de tenerla bien puesta.Y cuando tengo que levantarme a cierta hora, simplemente me levanto. Cepillarme los dientes, limpiar mis zapatos, ordenar mi ropa, terminar mi comida... la verdad es que me ayudó muchísimo, y creo que con todos sucedió algo parecido.

También hubo episodios desagradables que te dejan recuerdos, acerca de los cuales nadie debería jactarse. Pero eran parte de aquel tipo de disciplina. Las travesuras, los apodos, los castigos... Uno de los curas tenía el apodo de "Randall, el justiciero" porque siempre llevaba consigo un largo jebe negro, un pedazo de neumático, con el que ¡pin! te daba en las piernas si te portabas mal. 

En el tiempo de mis hermanos mayores había otro al que llamaban "La Calata" porque usaba bisoñé. Cuando paseaba por el parque por las tardes, a veces la brisa le alzaba levemente la parte delantera, como aplaudiendo, y era muy gracioso.

Bueno, bromas aparte, en resumen, la disciplina me sirvió. Y me sirvieron todas las experiencias interesantes que viví, rodeado de muchos amigos nuevos cuyo recuerdo será imborrable.

Guillermo Pérez Argüello cursaba el cuarto de secundaria en el Colegio Santa Rosa de Chosica, Lima, Perú, cuando yo cursaba el segundo. Nuestras vidas no se cruzaron entonces. Pero un día de 2010 encontró mi blog por casualidad y no tardó en escribirme y contarme algunas de sus experiencias en estos más de 30 años.

Bueno, Guillermo me escribió contándome que, casi todo lo que a mí me había pasado, es decir, para que me enviaran a estudiar al Santa Rosa, como interno, le había pasado también a él, solo que dos años antes, en Brasil. Y recordando los tiempos del colegio, me dijo: "Comparto contigo [la] descripcion [que hiciste] de El Yugo".

Para quienes no lo conocieron, Guillermo cantaba la voz principal de Los Hang Ten´s, del colegio Santa María. Fue durante el único año que pasó en el Santa Rosa, en 1967. "Bajaba a Lima [y, de frente, me dirigía] a practicar [con el grupo], aún antes de ir a mi casa", recuerda. Augusto Sarria fue quien el año anterior había convencido a Los Hang Ten's que grabaran en IEMPSA, lo que a la postre fue su único disco de 45RPM. La Wikipedia menciona a Los Hang Ten's en un artículo dedicado a Traffic Sound. También puedes visitar la version en inglés haciendo clic aquí.

El año siguiente, 1968, su padre lo internó en un colegio militar en Miami, supongo que para frenarle un poco el ímpetu rebelde que nos caracterizaba a los muchachos de aquellos tiempos, para aprender la tan importante cualidad del autodominio.

Guillermo siempre estuvo en contacto con la música de una u otra manera. Es digno de nota que estudiara en el Santa Rosa en la misma promoción que Emmanuel, que después se convertiría en el famoso cantante español. Guillermo también ha vivido en Santo Domingo. Juan Luis Guerra es papá del mejor amigo de su hijo menor.

En fin... Aunque tenemos la misma edad, terminé la secundaria dos años despues que Guillermo se graduara en Miami, de hecho los dos terminamos bastante tarde para nuestra edad.

En algunas de las páginas de este blog Guillermo publicó algunos comentarios interesantes. Lástima que en 2021 metí mal el dedo en la configuración de comentarios del blog. Le di a "ocultar", pensando que sería una elección temporal, y borré TODOS los comentarios del blog, además de la opción de que puedan seguir enviándome más comentarios. No solo borré los de Guillermo, sino TODOS. Defectos del Blogger. ¿A quien se le ocurriría definir 'ocultar' como sinónimo de 'eliminar definitivamente'. Eliminé nada menos que 10 años de comentarios maravillosos.