"San Isidro de mí"



Boulevard del Parque Roosevelt

"San Isidro de mí" es una canción que me recuerda cosas muy tristes de mi niñez y mi juventud, cosas que les pasaron a mis amigos, que me pasaron a mí, a mi vecindario y a mis hermanos, y sobre todo, el esfuerzo de mis padres por sacar adelante su matrimonio. Solo Dios sabe lo mucho que aprecio que siguieran juntos hasta el final. 

Viéndolo desde mi punto de vista de hijo, el de un niño, ambos jugaron un papel importante en mi desarrollo. De hecho, cuando falleció mi padre yo ya tenía 16 años. Ocurrió cuando más lo necesité. No sabía que al final de mi adolescencia se me ocurrirían tantas preguntas y tendría tantas inquietudes que solo él hubiera podido responder. Tardé años en reunir las respuestas y atar cabos.

Parece fácil para un adulto ver las cosas hacia atrás, compararlas con el presente y luego proyectarse al futuro para darles un enfoque maduro y equilibrado. Pero para un niño o un joven que está en pleno desarrollo, es un poco más complicado.

Nuestros padres son todo nuestro mundo. Si ese mundo de rompe o divide, también se nos rompe el alma en mil pedazos  aunque no se lo contemos a nadie. Se nos rompen todos los esquemas. Nuestro modelo de vida se desmorona y nos sentimos impotentes. Es muy difícil terminar de armar nuestro rompecabezas por nosotros mismos.

Esas son las emociones que me despiertan la fotografía de arriba. Me remonta a mis nueve años, cuando aprendí a conducir automóvil, cuando tocaba piano en casa de mi abuela materna, cuando mi amada hermana mayor viajó con su familia a radicar en Estados Unidos, cuando mi hermano Kike me enseñó mis primeros acordes de piano, cuando mis padres entraban a la vejez y les costaba cada vez más mantenerse en pie. Cuando las flores, el canto de los pajaritos, el arrullo de las olas del mar y las puestas de sol cobraban un nuevo sentido para mí.

La foto de la portada del LPZulu fue tomada en 1974 en El Boulevard del Parque Roosevelt ("Alameda Boulevard Roosevelt"), uno de los bonitos parques que frecuenté a muy temprana edad, en San Isidro, Lima, Perú.

La foto de arriba es una foto de aquel lugar, pero tomada en enero de 2009, unos cien metros más cerca del Parque Roosevelt, que puedes atisbar al fondo (podrás ver una perspectiva aérea desde Google Earth buscándolo como Boulevard Roosevelt, San Isidro). 

Lamentablemente, en 2009 solo pude hallar un pequeño ángulo sin arbustos, a fin de obtener una buena toma. No se ve en la foto (está detrás del camarógrafo). En la década del 70 era una zona muy romántica, y aún sigue siéndolo, aunque no tanto (en la página "El LPZulu" hay otro comentario sobre esta bonita zona).

Historia de la canción

Junto con mis hermanos mayores, mis padres se mudaron de Chosica, un cálido y tranquilo balneario del interior de Lima, a San Isidro, un muy agradable distrito de Lima, Perú. Corría 1956 y yo era un chiquitín de unos 5 años de edad. Pronto entraría a la escuelita Los Capullos, de Miss Kiriki, de la calle Vanderghen, San Isidro (misma promoción que Herbert, el papá de la campeona peruana de surf Sofía Mulánovich). Catorce años después me mudaría a Miraflores, un distrito contiguo. Por eso “San Isidro de mí” habla de la “cuna de mi juventud”.

Como para cualquier niño, en San Isidro sucedieron muchas cosas que se convertirían en recuerdos imborrables que me afectarían por el resto de mi vida. A partir de los 4 ó 5 años uno comienza a ser más consciente de las cosas. Por eso recuerdo esta ciudad en conexión con mi primer colegio, mi primer barrio, mis primeros amigos, mis primeros juegos, mis primeras mascotas, mis primeros errores y castigos, mis primeros éxitos y felicitaciones, y mis primeros fracasos, mis primeras lecciones, mis primeras fiestas, mis primeros bailes, mi primer amor, mi primer beso, mis primeras ilusiones y mis primeras decepciones. 

Tenía que componerle una canción que fuera tan desgarradora y profunda que me hiciera llorar cada vez que la cantara. En San Isidro todo lo gané y todo lo perdí. Sinceramente, me duele recordar.

A mi memoria traeré su corazón”, es decir, el corazón de San Isidro y el de mi primer amor, Kris. Aunque mudarme a Miraflores no implicaba una gran distancia, el no poder vivir más en San Isidro me pareció como irme a vivir muy lejos.

También me refiero al corazón de Kris, y al corazón de mi madre. No que sean lo mismo, sino que basta una pincelada para modificar una pintura, así como basta una palabra para pintar diferentes imágenes. Con una misma frase se pueden decir diferentes cosas, dependiendo del ángulo de visión.

No le temo a la soledad. Soy una persona que sabe cuándo sentirse sola. Mis pensamientos, recuerdos, sueños e ilusiones me acompañan siempre. Es difícil que una persona observadora como yo se aburra en algún lugar. Siempre hay algo interesante que pensar, ver, oír, tocar, escribir, componer o pintar...

Han pasado los años y puedo afirmar con confianza que "la neblina de otoño" nunca me deprimió, sino todo lo contrario. Aunque la canción se siente triste, en realidad llegué a amar mis recuerdos y aprendí a vivir con ellos. El otoño me levanta el ánimo, no me lo baja. No soy de las personas que se desalientan con un cielo gris. Aprendí que las estaciones son como la vida misma. Cada una tiene su atractivo particular, muy especial.

Donde alguien ve una tormenta, una inundación o una granizada, no solo me apiado de los que sufren. También admiro el poder de la naturaleza, cómo se cumplen las leyes físicas y químicas. El agua en sus diferentes manifestaciones, el viento que va girando, produciendo el ojo de un huracán, recordándome la sucesión numérica de fibonaci, etc.

Cuando grandes nubarrones oscurecen los cielos, y la lluvia comienza a caer y regar los jardines, me provoca abrigarme bien y salir a caminar por las callecitas alejadas de las avenidas para refugiarme en las evocaciones más lindas de mi vida. ¿Cómo iba a sentirme solo? ¡Cuando estoy solo me siento más acompañado que nunca!

Es verdad que tengo mis episodios depresivos, como casi todos, no hay por qué negarlo. El ajetreo y el ruido de las ciudades inducen cada vez más a la depresión. A veces me hundo tan profundo que solo Dios puede conservarme vivo en su bolsa de la vida.

En estos tiempos, más bien habría que preguntarse quién no se deprime de vez en cuando. El connotado psiquiatra Mariano Querol dijo una vez: “El Perú es un país que induce a la depresión”. Y es una declaración que no está lejos de la realidad. Desde los tiempos de Atahualpa la autoestima se nos vino abajo. Pero, honradamente, en todas partes se cuecen habas. Todo el planeta está sufriendo. Para 2022 se cernía una Tercera Guerra Mundial. La humanidad no aprende la lección. Insiste en su estupidez de creer que todo se resuelve peleando.

Para inspirarme y componer esta canción me llené de melancolía, recordando “Bajo el cielo de París”, una canción de Edith Piaf que seguramente mi madre escuchaba cuando regresó de París, donde me concibió. Ella estaba pasando por un período terrible de su vida, recuperándose del descalabro que resultó de que mi padre me diera nada menos que cuatro hermanos fuera del matrimonio.

Ella me concibió porque suponía que conmigo en su vientre podría recuperar el amor de mi padre y todo volvería a ser como antes. Y eso no es todo. Después dio a luz a mi hermanita Pilar y a mi hermanito Pedro. Pedro nació cuando ella frisaba nada menos que 46 años de edad, casi la mitad de lo que vivió.

Pero su matrimonio nunca volvió a ser como antes. Vivimos juntos como una familia hasta la muerte de mi padre, en 1967, pero mis padres no volvieron a ser felices como pareja. De modo que para mí es muy frustrante recordar que el propósito por el cual vine al mundo no se realizó para mi madre, aunque de hecho ella sí fue muy feliz de haber tenido cada uno de los hijos que tuvo, y supongo que mi padre también, porque nos engreía mucho. San Isidro me recuerda todo eso y más.

El dolor que sentí al componer esta canción, tanto la música como la letra y el arreglo, fue tan grande que a veces no puedo contener las lágrimas. Todos mis recuerdos se juntan, las cosas buenas que hice, y las cosas malas. Afloran cada uno de los detalles que me marcaron como si fuera con un hierro de marcar.

Por eso, después de la introducción cubro un espacio con el Moog. Porque si algún día daba un concierto, sabía que necesitaría un momento para recuperarme.

Las palabras que van en el intermedio de la canción procuran pintar el cuadro que quedó grabado en mi corazón, y preparan el ambiente para el reclamo desgarrador y el descargo que hago al final, explicando que no me mudé de San Isidro por mi voluntad, sino porque mis circunstancias habían cambiado. En realidad, fui como arrancado de San Isidro.

Cuando exclamo: "¡Perdóname!", como si hablara con la ciudad, en realidad estoy suplicando un sincero perdón a mi madre, a mis hermanos, a mis amigos y a toda persona a quien pude haber decepcionado hasta ese tiempo. Al clamar: "Nunca lo hubiera querido así", en realidad digo que, si tan solo tuviese el poder para rehacer el pasado, no hubiera cometido los mismo errores ni ofendido a tantas personas. Al mismo tiempo, intentaba sensibilizar al oyente para que sintiera lo mismo y se dejara llevar por sentimientos de misericordia, no de rencor. 

He jugado con mis autitos en la tierrita del Parque Roosevelt, y también me he trepado a muchos árboles de los parques que hay a la redonda, a lo largo de Víctor Maúrtua. Y fui uno de los pocos afortunados que saborearon los primeros deliciosos conos de helados que fabricaban los chilenos, primeros dueños del Davory de la calle Miguel Dasso, cuando todavía no tenían una tienda, sino solo una pequeña fábrica. 

Un día, traté de robar un chocolate del Super Market porque mis amigos me presionaron a hacerlo, como acto de hombría. El administrador me capturó con mucha delicadeza y llamó a mis padres, ellos me reprendieron y nunca más en mi vida le robé nada a nadie.

Por eso, el profundo reclamo del final de la canción va dolorosamente acompañado del sonido de flauta del Moog, el cual elevaría mi dolor a un nivel casi insoportable, porque así era como yo quería sentirme cada vez que cantara esta canción. Tenía que llorar, gritar, quejarme, sí, vomitar todo mi sufrimiento por todo lo que me había pasado en esa ciudad, y arrastrar conmigo a mis oyentes, para que supieran que no estaba actuando solo para cautivarlos. Estaba seguro de que ellos también tenían una historia que contar.

“San Isidro de mí” es mi canción favorita del LPZulu por su simplicidad. Solo fuimos tres músicos en la sala. Y es genuina, hermosa y breve. Es como la piel que el tiempo me desgarra con sus recuerdos, sangrando por todas partes.

Pero no te equivoques. No se la dediqué a San Isidro, sino a mi amada madre, que no solo tuvo el coraje de concebirme cuando ya había pasado los 40, sino que fue más allá y concibió dos hijos más, como una leona herida que luchó hasta el fin con tal de recuperar el amor de su esposo. Si quieres conocerla, haz clic aquí.

Ella amó y fue fiel a mi padre hasta el fin, aunque él no supo apreciarlo como debía. En realidad, ella había perdido el amor de mi padre mientras vivía en San Isidro, y yo quise expresar esa pérdida al final de la canción, como si ella gritara su dolor a través de su hijo. Por eso aprecié mucho que no se separaran. Para mí, fue la más hermosa lección de amor, tolerancia  paciencia y sacrificio que una madre puede dar a un hijo. 

Por eso, si "San Isidro de mí" te parece una canción tan triste que no se puede escuchar por lo deprimente que suena, "perdóname, no lo hubiera querido así". Solo es un reflejo del abismo que llevo en el alma, un lugar al que solo puedes entrar por el corazón.

Pienso que muchos terminan viviendo en un lugar alejado de su tierra natal, y los sentimientos que despierta "San Isidro de mí" podrían aplicar simbólicamente a la ciudad que una vez fue cuna de su juventud. Aunque tuvimos vivencias distintas en lugares diferentes, sus recuerdos se despiertan, se acomodan, los inundan, y van y vienen como una brisa impetuosa que luego se desvanece, dejándoles la sensación de habernos conocido, de haber tenido un pasado parecido. 

¡Te deseo lo mejor, y que comprendas que los sentimientos de misericordia siempre superarán a los del rencor, y que el amor siempre logrará cubrir toda tu necesidad de aprecio y cariño!


Ficha técnica

Año: 1974
Grabación y edición: IEMPSA
Sello: Odeón
Técnico de grabación: Jorge Trujillo
Autor y arreglos: Miguel Ángel Ruiz Orbegoso (Zulu)
Bajo: Ernesto Samamé
Batería: Augusto Castro
Voz, guitarra acústica de 6 cuerdas, Moog: Zulu

Casi al final de la canción prácticamente grité de frustración y sentimientos encontrados. Después me relajé y pude cantar las últimas líneas.

Letra de "San Isidro de mí"

Por San Isidro una vuelta paseando daré
Y a mi memoria traeré su corazón

Recuerdo que por las noches gustaba de andar
Bajo la neblina de otoño en mi soledad
También de ti yo recuerdo aquel bello lugar
Que cobijaba los besos de mi primer amor

Tú, San Isidro, fuiste cuna de mi juventud
Hoy que tan lejos me encuentro cuánto me acuerdo de ti

En la primavera San Isidro se cubre de alegría,
Mostrando sus floreadas avenidas y verdes arboledas
Que tanto ambiente le dan
Donde los niños retozan a sus anchas
Creciendo en tierno ambiente

Y en el otoño, que para mí guarda una profunda melancolía
Sus calles son tranquilas
Cual espíritu descansando luego de un acalorado día
Es tan hermosa que mi corazón me manda callar
Para no opacar con simples palabras
La belleza de mi ciudad.

Hey, San Isidro, perdona si no vuelvo ya
Debes tratar de entenderme, será lo mejor
Perdóname, nunca lo hubiera querido así
Pero su amor tu me diste y yo lo perdí en ti

De San Isidro no olvidaré el boulevard
Ni la romántica lluvia del San Isidro de mí.
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