Miki Gonzales



Me dio mucho gusto enterarme de que Miki Gonzales había hecho carrera en la música. Quién lo hubiera imaginado. Allá en los 60, al chato le decían Speedy y no sabía tocar nada.
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En ese tiempo estaba de moda el ratoncito mexicano de los dibujos animados que soltaban en los cines antes de las películas (busca la música como "Manolo Muñoz, Speedy Gonzalez" en YouTube).  Como era chiquito... Muchos dudábamos que estirara, jeje.

Yo fui quine le enseñó a manejar auto al antropoligist. Si no, pregúntenle acerca del día que me dijo: "Ya, pe, Zulu, enséñame a manejar". Y yo le dije: "Con mucho gusto, pero consíguete tu carro, porque chocar el de mi madre, ni hablar.

Entonces, me dijo: "Mis papás se van de viaje en estos días. Nos tiramos el carro a las 4 de la mañana y me enseñas". En ese tiempo CORPAC estaba vacío, había pocas casas, el lugar perfecto para prácticas de conducción.

Le dije: "Ok, pero no respondo si te chapan (capturan)". Pero él insistió, así que fui a buscarlo a su casa de Camino Real, en San Isidro (yo vivía en la otra cuadra). Calladitos abrimos la puerta del garaje, deslizamos el carro hasta más allá de la cuadra y nos fuimos. CORPAC, era una urbanización nueva, en lo que fueron los terrenos del antiguo aeropuerto.

Todo estaba oscuro, así que comenzamos las clases y el chiquitín aprendió sus lessons a las mil maravillas. Con una sola clase bastó. El hombre era cráneo (antropo, pues). Pero nos dimos prisa para regresar antes de que su tía despertara.

El hombrecito estaba tan entusiasmado con su nueva competencia que olvidó detenerse media cuadra antes para deslizar el auto dentro de la casa. No pisó el freno, sino que llegó hasta la mismísima puerta del garaje. Y no tuvimos que abrirla, porque nos abrió su tía. ¡Wákala! 

Nunca vi un rostro tan molesto. Se sintió espeluznante. "¡Bueno, chau, Speedy -le dije-, nos vemos mañana! ¡Hasta luego señora!". Y me las piqué. Por decirlo así, lo dejé con la granada en la mano. Espero que algún día me perdone, jajajaj. Pero aprendió a manejar auto.

Felizmente, nunca en la vida volví a ver a esha sheñora, ¡hombre! Pudo haberme demandado por rapto de un chato... aunque éramos de la misma promoción del Santa María, nada más él era chiquito. Bueno, no me acuerdo qué le pasó después, pero se llevó una buena reprimenda de la eshpañola. Sheguro lo mandó a la cama. Espero que me haya defendido, y no que haya dicho: "Ese sambo, Zulu, me secuestró", jajajaj. Bueno, shi la sheñora lee eshte blog eshtoy frito. 

Así fue como el ex chato aprendió tres lecciones para toda su vida : 1) a manejar auto, 2) a no tirarse el auto de su papá y 3) a nunca más tomarle el pelo a su tía.

Un día, Miki apendió a tocar guitarra y el resto es historia. Lo hizo excelentemente.

Muchos años antes de que el ex chiquitín compusiera su "¡Vamos a Tocache!", recuerdo que, un día, Billy Morgan me dijo: "¡Vamos a Tocache!", y nos fuimos, no por avión, sino por tierra. Johnny, un amigo suyo que había llegado al Perú quería conocer esa zona porque le habían hablado mucho de lo bella que era nuestra tierra.

Billy le pidió prestado el Ford Fairlane a su papá, fue a un taller de mecánica, le instaló una plancha de fierro bajo la carrocería para protegerlo de las piedras, puso a punto el motor y nos fuimos con solo un par de llantas de repuesto (creímos que serían suficientes ¡Qué equivocados estábamos!)


Dickie, Zulu y Billy

Fue maravilloso porque atravesamos el Perú de Oeste a Este, ida y vuelta, en un viaje de 8 días, lo cual implicó cruzar dos veces la Cordillera de los Andes. Éramos Billy, Johnny, Dickie (un amigo de La Perla) y yo. En promedio cambiamos unas 6 llantas, porque se deshacían en el camino.

Conocimos muchos pueblos escondidos de la sierra y montaña (arriba en la foto, Dickie, Zulu y Billy en uno de los muchos ríos y riachuelos que encontramos en el camino). En todo el viaje nos achicharramos de calor y nos congelamos de frío.

Una noche nos agarró cruzando las Pampas de Junín. No había dónde quedarse a dormir, de modo que nos acurrucamos en el auto. Lo único que nos calentaba era nuestro aliento. Afuera la temperatura era de muerte. Teníamos los pies helados. Felizmente, llevé botas.

Al despuntar el alba alguien tocó mi ventana. Abrí un ojo y vi el rostro de un niño pequeño que me sonreía de oreja a oreja, luego salió disparado, gritando y saltando de felicidad. Y me quedé mirándolo con cara de idiota, ¡porque la criatura estaba sin zapatos! Se me terminó de helar la poca sangre caliente que me quedaba. Me preguntaba: "¿Cómo harán los pingüinos en el Polo?".

Bueno, cuando llegamos a Tocache visitamos la zona y disfrutamos mucho del tour. Pero en uno de los recorridos en canoa hubo una islita que nos gustó mucho. Era apacible, con arena blanca y fina, palmeras y monos, de modo que decidimos permanecer un rato. El chofer de la canoa dijo que no podía quedarse, pero que podía dejarnos y volver a las 5 de la tarde. Estuvimos de acuerdo y nos quedamos.

Creo que ni el caribe hubiéramos descansado mejor. Parecíamos unos niños. Nos bañamos, tomamos sol, exploramos la isla... El problema fue que nuestro chauffeur no llegó a las 5. Comenzamos a preocuparnos debido a que la noche caería pronto. Nuestras payasadas se nos habían terminado. Imaginábamos siendo devorados por los mosquitos.

Comenzamos a mirarnos unos a otros, y a mirar el caudaloso río Huallaga con otros ojos. Porque una opción era atravesarlo a nado para llegar a la otra orilla, y luego caminar no sé cuántos kms hasta Tocache, y la otra, pasar la noche y, luego de diezmil picotazos de mosquito, tal vez lanzar a uno de nosotros al río, para ver qué pasaba. Estábamos asados, física y emocionalmente. Nadie se atrevía.

El loco de Zulu, lógicamente, dijo: "¡Yo me mando! Me tiro allá atrás, nado en línea recta con todas mis fuerzas y seguramente termino al otro lado, pero uno o dos kilómetros río abajo. Voy al pueblo y regreso por ustedes".

"Are you crazy, man!!! -gritaron a capella los gringos- You wanna drown???". Pero yo insistía porque como practicaba karate me sentía en forma. Pero los gringos no me dejaron ni de a cañones. La angustia entonces nos sobrevino, porque no queríamos imaginarnos siendo comidos por los zancudos (¿había cocodrilos?). No habíamos llevado sleeping bags porque no se nos había ocurrido que serían tan malos de dejarnos pasar la noche semicalatos alla, río arriba. Felizmente, el chofer llegó y todo se resolvió. ¡Nos habíamos olvidado de la Hora Peruana! Si algún día vas a Tocache, toma tus precauciones.

En la foto, Zulu, Dickie y Billy cruzando Los Andes de regreso de Tocache. La foto la tomó Johnny
Johnny, Zulu, Billy y Dickie en el jardín de un restaurante en lo alto de una de las muchas montañas de Perú.

Mis respetos a tu labor, antropologist, ex Speedy (porque se copió tu nickname el otro Speedy, jajajaj). Desde mi humilde bloc, te mando un shaludo, ¡vale!

Y ya que te gusta investigar antropolinks, aquí te paso el dato de unos antropos del Japón, Yoshida Brothers (busca su tema Rising, en YouTube). Tocan con unas guitarras de tres cuerdas. A ver, si te gusta, estúdialos y ve qué les pasa, cuál es tu lectura de lo que hay en sus cabezas. Después me cuentas.

PS Espero que tus hijos no vean este blog porque, si no, no lo pensarán dos veces y mañana mismo se tiran tu auto o tu avión y se van a Tocache, y no habrá tía que losh pare.