Yola Polastri



Pocos recuerdan que hubo un tiempo en que Zulu visitaba de vez en cuando el programa de Yola Polastri con su guitarra acústica. En cierto momento, Yola decía, como mirando a la distancia: "¿Quién viene a visitarnos? ¡Es Zulu!", y yo entraba con mi guitarra, tomaba asiento y cantaba para los niños.

¿Y qué cantaba? Ninguna de las canciones que salió en el LP Zulu, por supuesto. Recuerdo principalmente dos canciones: "En lo alto de una montaña" y "Cristobalito Marino Valiente", composiciones mías que disfruté compartiéndolas con sus niños. Yola continuó usando Cristobalito por algún tiempo después de que dejé de visitarla en su programa. Tito Chicoma (QEPD) le hizo una excelente adaptación en ritmo de chachachá.
Conocí a Yola mucho tiempo atrás, cuando yo tocaba teclados en los Shain's y hacíamos presentaciones en el Canal 5. Yola era una de las Cincodélicas, afiatado grupo coreográfico del canal. Yola hizo pareja con Chicho Sotomarino, y solíamos salir con las chicas.

Para mí, Yola siempre fue muy linda y extraordinaria en muchos sentidos. Siempre le gustó innovar, es decir, salirse del patrón y hacer cosas que a nadie se le ocurría, o que nadie se atrevería a hacer. ¡Estaba chiflada -en el buen sentido de la palabra-! Me recordaba a mi hermana Pilar, que le gustaba imitar a medio mundo y siempre andaba bromeando con algo. Yola siempre se reía de oreja a oreja, tenía una sonrisa preciosa, y te comunicaba un entusiasmo increíble. Y siempre tuvo un cuerpo espectacular.

Cierto día alguien la criticó duramente, y yo me pregunté: "¿Qué sabe esa persona acerca de arriesgarse como Yola, o de meter la pata como Yola a fin de inventar algo mejor? ¿Quién decide si un show debe o no llevarse a escena? ¿Quién marca la pauta cuando se trata de crear algo que no existe? ¿Los críticos? Estoy seguro de que si hicieran un marketing y les preguntaran a todos los críticos en qué debe mejorar un programa, y se aplicaran todas sus sugerencias, saldría tan perfecto que no les gustaría, porque no tendría matices interesantes ni tendrían nada que criticar.

Y recordé a Augusto Ferrando, de cómo muchos lo criticaban por ciertos aspectos de su personalidad y carácter. Como todo en la vida, Ferrando tenía gestos y actitudes con los que muchos no estaban de acuerdo. Jamás fui un fan de Ferrando, ni me gustaba su estilo, pero no le quité el mérito de ser un innovador, o de haber hecho algo que otros nunca se hubieran atrevido a hacer... ni siquiera se les hubiera ocurrido. De hecho, muchos han intentado sacar adelante programas semejantes, pero no han tenido tanto éxito. No me agradaba cómo humillaba a ciertas personas. Pero, en fin, si a uno no le gustaba, podía cambiar de canal. "Si no te gustan las albóndigas, no las comas, pues".

Un día sentaron a Ferrando en un programa de televisión en vivo y lo bombardearon con preguntas y comentarios de esos que incomodan. Parecía como si lo torearan en una tarde brava. El auditorio me recordó a los picadores con sus caballos, arremetiendo contra el toro. Y aquí me detendré un rato:

"La Revista" explica, en un artículo acerca de El Picador, bajo el título El peor trabajo: "El picador es un jinete a caballo cuya labor es picar al toro con una vara de 2 metros de largo que tiene una [punta afilada]. Esta tarea tiene como finalidad evitar que los toros embistan durante la lidia levantando la cabeza, ya que el dolor que les producen las heridas sobre el morrillo (los músculos de la región), lo obliga a mantener el cuello en línea recta. En esta etapa de la corrida le resta poder al animal y le ahorma la cabeza.

"En caso de que el matador perciba que el toro embiste con mucha energía, ordena al picador hacer su trabajo, el cual consiste en desangrar al toro para debilitarlo, clavándole en el lomo una lanza que destroza músculos (trapecio, romboideo, espinoso y semi espinoso, serratos y transversos de cuello), también lesiona vasos sanguíneos y nervios. Un solo puyazo podía destrozar al toro, por eso se hacía en tres tiempos. Esto es, en definitiva, para que el torero pueda brindar la expresión artística que se suponía debía tener este espectáculo [cursivas mías]."

Frente a Ferrando había esa noche un auditorio compuesto de representantes de diferentes sectores, y se permitía que cualquiera le dijera, opinara, comentara o preguntara lo que quisiera. De repente, después de un bombardeo que parecía la Primera Guerra Mundial, cuando le habían disparado casi todas las balas (aunque no le había entrado ni una, porque el hombre tenía piel de cocodrilo, es decir, un ego del tamaño de Saturno), cierto comentarista dijo algo semejante a la estocada final de un torero y lo picó en lo más profundo. ¿Cómo reaccionó el toro?

El comentarista tal vez pensó que Ferrando se doblegaría, pero este reaccionó certeramene con un comentario tan hiriente y falto de compasión que me recordó al Monstruo de Córdoba, un toro al que Manolete había dado la estocada fatal en la década del 60. El toro recibió el estoque, es cierto, pero le hundió un cuerno en la ingle, tan profundamente que lo mató. Toro y torero se doblaron y cayeron en aquel día. Ninguno salió ganando.
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Inmediatamente, Ferrando hizo una fugaz reseña de todos los fracasos que, según él, había experimentado dicho comentarista durante su carrera en el campo de las comunicaciones, y le asestó una cornada en la ingle de su amor propio alzando la voz, apuntándolo con el dedo y diciendo algo así como esto: "...¡Por lo tanto, usted es un fracasado, señor, y un fracasado no tiene derecho de criticar a Ferrando!". Madre mía. El toro se desangró, pero se llevó consigo al torero.

El auditorio se quedó lelo, porque Ferrando dirigió todos los reflectores de la conciencia del público hacia aquel comentarista, de modo que este dijo: "¡Ahí tienen! ¡Ese es Ferrando!", como si esa hubiera sido verdaderamente la finalidad de su pregunta, es decir, picarlo para que su ego catapultara, reventara y su lado poco misericordioso, del cual muchos habían sido testigos oculares durante tantos años, quedara expuesto a la condena pública. Toro y torero cayeron ese día porque ambos se dijeron la vela verde ante los telespectadores. En lo personal, me pareció un espectáculo muy desagradable.

Y así como le ocurrió a Ferrando, les ocurre a todos los que quieren hacerse de un lugar en el sitial de la fama. No se salva ni el Papa ni Osama ni Lady Di, ni la Reina de Saba... ni, mucho menos, Yola Polastri. Es uno de los precios que demandan los grandes éxitos. Siempre habrá descontentos que resalten el lado malo porque su propia sensación de fracaso hierve hasta el punto de necesitar la catarsis de hundir a otros. No me refiero al comentarista que lidió con Ferrando, sino a los seres humanos en general. Tendemos a destacar lo malo, no lo bueno. Es una debilidad, un desfogue de la frustración. Solo que a veces resulta en una cornada fatal para el criticón, es decir, una que pasa a la historia y queda resonando en nuestros oídos por el resto de nuestras vidas.

Recuerdo una vez, un niñito que estaba viendo televisión con su papá. Estaban viendo un programa de Ferrando. Algunos participantes del famoso Trampolín a la Fama daban pena, y su papá criticaba lo mal que les salía. Si no era una voz desafinada, era una postura inestable; si no era la postura, era un gesto, en fin... De repente, apareció alguien tan falto de talento que su papá exclamó: "No sé cómo se atreve ese tipo a salir en televisión", a lo que el niño respondió: "Pero él está saliendo en la televisión. Tú nunca saliste en televisión".

También recuerdo a la gran Linda Guzmán, cuyos programas de televisión hicieron mucho por el desarrollo de muchísimas personas. Le agradezco que no solo me incorporara a su staff en su programa "Ventana a la Vida", en radio RBC, con mi espacio de "Técnicas Dinámicas", que me trajo muchísimas satisfacciones, sino que tuvo la gentileza de aceptar mi invitación y visitar uno de mis cursos de "Técnicas Dinámicas" del local de la Cámara Junior de Lima, en 1983, como oradora invitada. Sin embargo, un día, aquella gran mujer platicaba a solas conmigo acerca de lo difícil que se había vuelto lidiar con la crítica punzante. Alzó la frente muy en alto y se regresó a Argentina, a tomar un merecido descanso.

Toma meses, y tal vez años, planificar y construir un enorme edificio, desde la elección y tramitación de la compra del terreno hasta que lo habitan; pero es fácil tirarle una bomba, tirárselo abajo y hacer un titular. Probablemente muchos nos detenemos a criticar los defectos de Yola o de Perico de los Palotes, pero no reflexionamos en todo el esfuerzo, toda la dedicación, toda la inversión, toda la pasión, toda la planificación, toda la experiencia, toda la creatividad, todo el atrevimiento, todo el riesgo, toda la entereza, toda la fuerza de voluntad, todo el empeño, todos los reajustes, todos los ensayos, toda la coreografía, todo el vestuario, toda la coordinación, todo el cansancio, toda la ilusión y, sobre todo, todo el amor que hay tras ello.

Siempre esperamos cómodamente sentados en nuestra butaca, en primera fila, en la sala de nuestra casa, un espectáculo que nos satisfaga a la perfección, es decir, ver el trabajo terminado, pero no nos ponemos a pensar en que nunca movimos un dedo ni cooperamos con el menor estímulo para que saliera bien. No pusimos ni un granito de arena para que tuviera éxito; pero tal vez sí estuvimos dispuestos a poner el dedo en la llaga y criticar lo que salió mal, murmurando que jamás debieron presentarse o que ya deberían pensar en retirarse.

Edith Piaf, cuyas extraordinarias composiciones musicales de finales de los 40 y principios de los 50 siguen actualizándose en diferentes ritmos y estilos hasta el día de hoy, continuó cantando hasta que se le acabó la vida. Su voz sonaba muy bien, pero su imagen en persona dejaba mucho que desear. Su postura, su actitud y su vestimenta no parecían ser las de una cantante famosa, sino las de una simple dama que se cruzaría con uno en la calle.
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Estoy seguro de que si los críticos de hoy hubieran vivido en su época, la habrían destrozado si no hubiese sido por la manera arrolladora como la aplaudían hasta bien entrada su vejez. Atrévete a hacer clic en el link de su nombre, arriba, y sóplate los cinco minutos que dura una de sus canciones. Te advierto que el video dura más de siete minutos pero se interrumpe antes de que terminen de aplaudirla, porque simplemente no dejaban de aplaudirla.
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Y la aplaudieron a rabiar durante generaciones. Cualquiera que vea un video de ella en YouTube hoy, diría: "¿Y esa viejita qué se cree?". Pero, ¿de quién crees que es esta canción? Es nada menos que una actualización de La Foule, de Edith Piaf.

Como dijo aquel niño: "Ellos están en la televisión. Tú no". Por eso, cuando Paul Pots o Klaudia Kulawic se presentaron a concursos de talentos en sus respectivos países, se los recibió con un natural escepticismo. Pero cuando abrieron la boca, dejaron pasmados a todos. Por una extraña razón, la gente tiende a esperar un mal desempeño y que se cumplan sus temores, pero cuando el artista se suelta, cambian de parecer. El problema ocurre cuando no le agrada a alguien lo que la persona hace o dice. Entonces es probable que comience a resaltar todo lo que le pareció mal. No enfoca en el empeño, el esfuerzo, el arrojo, la creatividad, la innovación, etc. Y se justifica diciendo: "Si nadie los critica, ¿cómo van a mejorar?". En el colmo de la arrogancia, creen que de ellos depende el desarrollo de la civilizacion.

Por eso, aunque Yola hizo mucho en su trayectoria artística -y lo seguirá haciendo-, nunca faltará un picador que con comentarios mordaces la persiga hasta el día de su muerte. Me apena que desmerezcan sus esfuerzos por hacer algo diferente. Yola es simplemente diferente... yo diría única en su género, pero imperfecta como todos. Los videos de La Banda de Hola Yola son muy bonitos. Ella los hizo, pero ella también dice sutilmente (a sabiendas o no) que sus críticos no están invitados: "Juntos vamos a cantar con la gente que quiera acompañarnos".

Nadie permanece 24 años con un programa de televisión si no es bueno. Sobre todo Yola, que ha recibido por lo menos un reconocimiento del gobierno, otro de una fundación infantil, varios discos de Oro y Platino y Premios Circe, un Grammy Latino en 1996 a la mejor Artista Infantil y varias condecoraciones de honor*.

Algunos dijeron que mi vida personal y musical fue un fracaso, pero no me hago paltas. Sencillamente tiro para delante. Cualquiera puede hacer leña con un árbol caído. Además, mi fracaso fue voluntario. Nadie me botó. Hubo quienes se regocijaron por mi alejamiento, pero otros no. ¿Y quiénes son? ¿Están sus nombres en algún patio de la fama? Y si así fuese, ¿eso que logra?

Los éxitos son satisfactorios, y también deberían serlo los fracasos, porque los fracasos son los peldaños del éxito, el cual cae, como siempre, por su propio peso. Así que, como una vez dijo José Ingenieros: "No te preocupes. Son ellos los que viven preocupados por ti". Y si alguien te critica... acuérdate de lo que le pasó a Manolete.

Por eso, gracias, Yola, por haberme permitido muchas veces llevar mi guitarra y cantarles a tus niños en tu programa; y gracias por haber entonado muchas veces mi canción "Cristobalito Marino Valiente". Para Zulu siempre fue un gran honor haberte conocido. Gracias por tu cariño.

Es interesante que en un reportaje a mediados de 2014 la reportera preguntara a Yola: "En esta etapa de tu carrera, ¿cuál sería tu mensaje para todos los niños?", ella respondió sin titubear: "Que no vean televisión".